¿Quién me va a querer así?

¿Quién me va a querer así?

Esta es una pregunta que muchas veces nos hacemos internamente, incluso sin darnos cuenta. Ese “así” va condicionando nuestra vida, modificando nuestro comportamiento, ideas y creencias, para intentar convertirnos en ese alguien que no sea justamente ese “así” que no nos gusta y que censuramos o no queremos ver.

Y es que “así” puede significar muchas cosas. Puede ser un cuerpo que no encaja en los estándares establecidos, puede ser una personalidad que tachamos de estridente, insegura, ansiosa, difícil… Puede ser tu propia historia o simplemente las cicatrices, el miedo, la tristeza que tanto nos pesan y que también, tanto nos cuesta admitir. En todos los casos, esa pregunta nace de un mismo lugar: la vulnerabilidad.

La vulnerabilidad es una forma profunda de honestidad. Es el acto de admitir “esto soy yo” o “esto siento yo”, lo que requiere un coraje que muchas veces se subestima.

Me siento vulnerable al pedir ayuda, al decir que no sé cómo hacer las cosas. Me siento vulnerable al admitir que no soy tan inteligente, ni tan guapo/a, ni tan brillante como me gustaría y que todo eso, el no ser ese ideal de perfección que me gustaría alcanzar, me hace sentirme poco querible.

¿Quién me va a querer así? Es el reflejo del miedo a ser rechazados por mostrar lo que realmente somos. Tememos que, si mostramos todo, no quedará nadie que se quede.

Lo cierto es que todos anhelamos ser queridos justamente por aquello que tanto miedo nos da mostrar. Quien se queda con nuestras heridas es mucho más poderoso que quien lo hace a pesar de ellas. Cuando nos amamos completos, no solo construimos intimidad, sino que también nos sanamos.

Nos sanamos al permitirnos ser humanos, algo que parece cada vez más difícil en un mundo donde lo superficial y la apariencia se han establecido como motor vital. Parece que todos queremos ser algo que no somos, queremos ser “nuestra mejor versión de nosotros mismos”. Como si esa “mejor versión” implicara eliminar o destruir lo que nos hace justamente quienes somos. Vivimos en una sociedad encuadrada por el juego de lo que es aceptable. Y el problema es que, lo que nos hace aceptables o queribles está basado en modelos cada vez más difíciles —y agotadores— de alcanzar.

Querer ser aceptados en algo que no somos o no sentimos es una rueda que nunca cesa; es el camino en el que nunca llegamos a ningún sitio y en donde, además, no nos damos permiso para descansar y parar. Y la verdad es que cualquier camino que nos anule, que no nos reconozca, que nos rechace, será un camino de regreso a la misma posición de partida.

Quizá la pregunta la deberíamos reformular y cambiar el “¿quién me va a querer así? “por “¿cómo puedo empezar a quererme así?”

Y no existe una respuesta rápida, amarse es un entrenamiento que se va construyendo día a día, con conciencia. Amando lo que nos hace únicos y humanos, rodeándonos de personas que sepan vernos y querernos enteros, y permitirnos ser “rechazables” para finalmente comprobar, que quien se queda no lo hace porque no ve nuestras sombras, sino porque también sabe abrazarlas.

Porque nadie se enamora de lo perfecto, sino de lo real.

Autora: Claudia Ceña